Formar parte de la RICS es sinónimo de buenas prácticas, integridad, confianza y honestidad. Una credencial que ofrece mejores oportunidades de desarrollo profesional y mayor empleabilidad. El camino para obtenerla no es largo, pero sí laborioso.
La ética y la deontología son los pilares por los que se rige la RICS, una organización internacional de profesionales del Real Estate y que se caracteriza por el prestigio y la honorabilidad de sus miembros. No en vano nació en la cuna de los Sir. Sus estándares de valoración la han colocado en una atalaya sin parangón.
Todo aquel de reconocida trayectoria en sectores como la valoración, la construcción, la urbanización o el inmobiliario que aspire a pertenecer a esta distinguida organización y colgarse el título de MRICS obtendrá una credencial sinónimo de buenas prácticas, integridad, confianza y honestidad. En definitiva, un reconocimiento por parte de la industria, mejores oportunidades de desarrollo profesional y una mayor empleabilidad.
El camino para obtener este sello de calidad depende de la experiencia profesional. En general, no es un camino largo, pero sí laborioso. No solo por la información que se debe aportar, sino porque hay que estar en constante formación. En concreto, hay que cursar un mínimo de 20 horas de desarrollo profesional (CPD) al año.
Para esta institución internacional, el comportamiento ético es lo que marca la diferencia entre unos profesionales y otros. A los candidatos se les exigen una reglas de conducta para llevar a la práctica no solo en el terreno laboral, sino también personal, que lógicamente, se han de mantener en el tiempo y que consisten en defender y proteger los intereses de terceros por encima del propio, promover la ética profesional y fomentar el conocimiento y la confianza en la profesión. A priori, uno podría pensar que cumple todos estos requisitos, pero hay que “desnudarse” por escrito en un módulo en el que hay que relatar escenarios de la vida real en los que se demuestre sus principios éticos.
Adquirir la condición de miembro Chartered, cuyas siglas son un apellido más antes del cargo profesional, constituye el máximo nivel de profesionalidad en el sector inmobiliario y es una acreditación muy demandada por empresarios y clientes de todo el mundo. Está recomendado para quienes tienen como objetivo trabajar en un ámbito más relacionado con el asesoramiento.
Y por qué califico de laborioso conseguir esta distinción. Porque es necesario presentar tres casos prácticos de proyectos que se hayan llevado a cabo, en los que se demuestre la especialización y el rol de liderazgo en términos de estrategia, gestión, toma de decisiones, resolución de problemas y gestión de relaciones con clientes.
Si se elige ser MRICS por el camino de profesional con experiencia (diez años de trayectoria), hay que pasar por una entrevista con otros miembros cualificados que conforman un panel de expertos que preguntan sobre los casos reales que previamente se han presentado por escrito. En el caso de que se vaya, por ejemplo, por la senda de la valoración, este panel debe asegurarse que el perfil del candidato cumple los requisitos necesarios para poder emitir, realizar y firmar una valoración RICS cumpliendo todos los estándares de la institución.
Se trata de una entrevista más o menos distendida, no se trata de poner nervioso al personal que se presenta, ya que los panelistas están jugando un rol de colegas de profesión que solamente intentan demostrarse a sí mismos que el candidato tiene los conocimientos, el sentido común, la decencia, presencia e integridad suficientes para acometer trabajos que puedan llevar el sello de calidad RICS.
Se trata, en definitiva, de una inversión profesional para obtener como una especie de carta de presentación ante cualquier cliente que trabaje en el ámbito de la inversión inmobiliaria internacional.
Cuidado, hay que defender el título año tras año, ya que si no se cumple el código ético y deontológico de la organización o no se continúa con la formación se puede perder la acreditación. No es que haya que renovar la certificación ante un órgano supervisor, que, de hecho, no existe, pero sí demostrarlo ante otros miembros RICS, que son quienes velan por el cumplimiento de los estándares establecidos en su Libro Rojo, convertido en la Biblia de todo valorador. Su misión no es la de un inspector al uso, sino de comprobar que estás haciendo las cosas bien y darte feedback de mejora en lo que ellos consideran que tienes recorrido.